Introduccion
No voy a escribir un artículo. Lo mio es el cuento, la ficción, crear historias. De algo que a simple vista diré que es mío. Pues, no lo es. Es la vida, es la vejez, es la realidad. El consumismo, como la tecnología se nos adelantan y a muchos, los deja atrás. Los ancianos se tienen que adaptar. El mundo ya no es el mismo. Muy complejo para algunos, demasiado fácil para otros.
Mostraré una postura, de alguien que ya vivió y que tiene que afrontar los cambios de hoy, a la juventud, nuestra actualidad, pero que no puede dejar el pasado, se aferra a ella. El consumismo, el nextel es parte de esta. Muchos la adoptan como moda, obligación o una oportunidad.
No mencionaré cifras ni datos, mas bien abriré mi lado más humano y real. Te presentaré un personaje y vivirás su experiencia. Mirarás a través de sus ojos. Hablarás como él.
El Coronel no tiene quien lo llame
No puedo creer que hasta ahora siga funcionando el viejo reloj. Tiene más de 50, pero ahí descansa. Para desconcierto de todos, todavía da la hora. A pesar de sus años; desde el Coronel, a Don Sabas y un par más, todavía vale la pena conservarlo. Lo podría pulir, unos pequeños detalles y como nuevo. A lo mejor lo vendo, vaya pesos que ganaría. Así dejaría muda a mi mujer que tanto jode con la quincena, lo del día y lo del mes. Si tan solo no dijera, “propiedad del Museo”. Vaya suerte la mía, vaya tentación.
Me aburrí de tanta rutina, asi que caminé un rato. Unas cuantas cuadras, suficiente para terminar el cigarrillo. Las calles, el viejo bar, olvidados. Que agradable silencio, que agradable compañía. Pasó la hora, lenta y sospechosa. Hasta que por fin, llegaron los mocosos, los nietos de Don Juan. Sería cobarde negar que me alegró verlos. Para serte sincero, me inquietaba la situación. ¡Que me aclaren el día!. “¿Donde estan todos?”, le susurré al compadre. “Hoy llegó el Coronel”, me interrumpió. “¡La pelea de gallos!. ¡Que olvidadizo!. ¡A la plazuela, entonces, por las entradas, el jolgorio y las apuestas!. “Corra Don Marquez que el Coronel terminará rápido con el pendejo”. “¿Usted no va, Don Juan?”, le pregunté. “La edad me gana compadre. Mi anhelo, mi juventud conviven aquí. Las peleas para mí, son solo recuerdos”, con pena respondió. No terminamos la discusión, sus palabras se las llevó el viento. Nadie para a este viejo y que mi edad ponga en juego la noción del tiempo. No tengo nietos, ni excusas. Tenía que llegar, apostarle a mi gallo, mi Coronel. Apostarlo todo.
“El Coronel”, el campeón. El más recio, crudo y feroz gallo de todo Colombia. Lo llaman así, porque nos recuerda mucho a él. Tiene la mirada triste, fija y seria, imposible de olvidar. Sigue invicto. Nadie podía bajarse al animal, por mas artimaña y voodoo que hiciera. Había nacido para ganar y así se iba a quedar. Su dueño era un cabo de la cuadrilla del Sur. Joven pariente del viejo Coronel. Heredó su afán y amor a los gallos. Siempre viajando de un lado a otro, conquistando cuanta mujer pudiera. Nunca se le ve, menos a su gallo. Por eso, hoy era memorable. El mejor animal de Colombia visitaba nuestras calles.
Llegué puntual, aunque me sentaron patas arriba, a cinco de los presuntos dealers. “¡No se ve ni un carajo!”, renegué. Y bueno, con mi vista y vejez, más entretenido hubiese sido un rodeo de pulgas.
“Señoras y señores”, habló los parlantes. El tumulto se alocó. Los flashes, las cámaras, el video se levantaron todos de sus sitios, listos para disparar. Los alientos, las llamadas. El rin. El gallo estaba apunto de salir. ¡Venga, venga! gritaban los eufóricos.
Me puse nostálgico, en aquel lugar. A pesar del festín, la plazuela me sabía raro. Con Don Juan hubiese sido familiar. Al menos, agradable. Recuerdo nuestra última charla. Recuerdo haberle comentado. “Nos conquistaron”. Acto seguido, aparecía el verso. “Ruido, bullicio, ceros y unos. Malditos todos, hasta los codos. Dime testarudo, dime incapaz, ya no aguanto más. Fuera del todo, lejos de todos. Astuta ella, nos recuerda que el tiempo pasó, ya murió. Inquietante ella, si tan solo entendiera. A tu tecnología. a la pantalla azul. ¿Por qué das luz?. ¿Quieres comunicarte?. Indiferente. No se te ve. No se te oye. Me quedo pobre. Adios a los coros. Son puros lamentos. Lo siento. Vienen y van las alertas, el celular, como tu Don Juan. Bajas el telón, te adaptas. Ahora es el nextel, tus nietos, el rin, tus llamadas. Venga. ¿Qué fue del bar?. ¿Acaso basta con llamar, y chismosear?. ¿No fuiste heroe?, ¿el capataz?. No dejes Colombia, no abandones tu hogar, ni a tu amigo. No soy poeta, menos un mendigo. No diré algo que en verdad no sé, asegurando que es lo que es. A lo mejor estoy viejo, a lo mejor no lo entiendo. Vivo en el pasado esperando que lo regrese el viento. Los mejores años los perdí, no los viviré jamás, dime testarudo, dime incapaz.”
Él me refutó, “Viajo de noche, hablo de día. No me dejan tranquilo. Tengo que aguantar. El ruido, el bullicio. Es un mal, lo sé. Pero nos tenemos que adaptar. Vivo con ellos, mis nietos, los tengo que tratar. Que me amen, que me quieran. Su idioma. Su cultura. No quiero ser carga, menos un holgazán. El celular, el nextel son parte de mí. No quiero cambiar. Me decidí. El pasado se fue, voló, me despedí y le prometí, solo recordar. No me llores, no te apegues. Te tienes que levantar. Inténtalo, no te quedes. Marca mi número, tu número. De viaje puedo estar, pero podemos conversar. A la larga, sin fronteras. ¿Acaso no ves la oportunidad? No seas ciego, ni ingenuo. No entierres el pico en algo que no regresará. No esperes el tren de las 13, porque nunca llegará”
Lloré. En pocos segundos recordé, sus palabras, y por fin lo entendí. De vuelta a la pelea, ya había terminado. Perdió el gallo, perdió el Coronel. Todo da vueltas y lo que viví, lo viví. No era lo actual. Lo real se fue, se esfumó. ¿Lo verdadero?. Mi gallo era viejo, como yo, y perdió, y con él, mi dinero. Tal vez, Don Juan tenía razón, son solo recuerdos. ¿Es que acaso me tengo que adaptar?. Me consume la curiosidad, no lo niego. Me gustaría estar al día, pero no puedo. A veces no lo entiendo. ¿Como usas un celular?, ¿Como haces para llamar?. Me falta memoria. Mejor me apuro, ¿A donde voy?. La señora me espera. En el hogar saben que todo terminó, no tengo que trabajar, nunca más. Me jubilé y otros vendran. Tengo que apurarme, la tengo que llamar. Con un rin, dicen que me puedo comunicar. Al instante, de inmediato. Pero igual, no lo entiendo. ¿Que fue del viejo bar?. Mejor me apuro, mi mujer me espera. Le tengo que contar que el Coronel murió. Enterró el pico, se rindió. Tengo que advertirle que no cocine. Perdí. Que lo único que hay, lo único que habrá es mierda y solamente eso.
Conclusiones
El nextel es un claro ejemplo, de cómo el hombre ante una demanda de comunicación insaciable, tuvo que buscar nuevas alternativas para satisfacerse. El nextel produjo la atención y precaución de la competencia, obligándolos a buscar nuevas opciones eficaces y creativas para contrarrestarlo. Todo se adapto.
El consumismo del nextel, empezó con el mercado, como simple propuesta. Hoy en día, es indispensable, hasta obligatorio para algunos empresarios y corporaciones. Mientras que otros, lo encontraron como una oportunidad. Nuevamente, todo se adapto. La comunicación es la clave del éxito. Y la tecnología, poco a poco nos consume. Somos parte de ella. La vivimos. Pero no hay nada de malo en ello, siempre y cuando sepamos como manejarla. Como el caso de Don Juan. Sin embargo, para aquellos que todavía se aferran al pasado acabarán como Don Marquez. Verán morir al pobre Coronel y junto a él, todo su legado. Y es que el pasado debe quedar en el pasado, y tan solo se debe recordar los buenos momentos. Al menos, eso es lo que pienso.
Verán, para algunos es dificíl adaptarse, sobre todo a los grandes cambios que la actualidad nos propone. Simplemente son extraños frente a esta. Es por esto, que en este cuento no quice generalizar o mencionar algo que a lo mejor ya esperaban escuchar. Sino quice enfocarme, segmentar mis ideas y hablar sobre un sector distinto. En otras palabras, ¿cómo se verían afectados los ancianos ante esta disyuntiva? ¿Lo verían también como una oportunidad o se quedarían estancados quizás?. Propuse las dos caras de la moneda y lo volví algo personal. Describí en realidad a mi abuelo, que en paz descanse y a su propia evolución. Él fue Don Marquez y Don Juan. Fue la respuesta a todas mis dudas y teorías que remarcan el hecho que debemos adaptarnos ante cualquier circunstancia, sin importar la causa, pero haciendo frente a su consecuencia.
¿El presente? Ciertamente es el nextel. Sea entendido como moda o facilidad. ¿Mañana mas tarde?, quien lo sabrá. Espero que algo mejor venga a nosotros, sino algo diferente y tengamos que adaptarnos nuevamente. Sería fascinante vernos en los zapatos de Don Marquez y disfrutar de una nueva actualidad. Al fin y al cabo, todos miramos el suelo, para saber que cosa pisamos. Siempre atentos a lo que nos depara el futuro.
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