domingo, 5 de junio de 2011

Divide y reinarás: Un vistazo a la segunda vuelta

Julissa Alvarez
Estudiante de Derecho de la Universidad San Martín de Porres

Recibí el famoso “flash electoral” en una tienda. Cuando uno compra ropa, sobre todo si eres mujer, pierdes la noción del tiempo y así pasó. Después de confirmar, a través de las redes sociales, los comentarios de la gente, no me sorprendió para nada. No me siento ni feliz ni triste. No soy humalista, ni fujimorista, ni ninguno de sus derivados. No milito en ningún partido político ni movimiento universitario porque, como la mayoría, me sentía asqueada de la política. Sin embargo, este año entendí que Aristóteles tenía razón, el hombre es un animal político, está en nosotros participar en este ámbito.

Ollanta y Keiko llegaron a la segunda vuelta porque más del 50% de la población peruana no se siente parte del crecimiento económico del que tanto se habla. Y si a eso le sumamos que ambos candidatos hicieron campañas relativamente decentes, sin puñales hacia los otros y propuestas, ahí tienes tu combinación perfecta. Ahora, la campaña de segunda vuelta fue otro show. El cinismo en ambos era cada vez más evidente y la votación se convirtió en una cuestión de fe. Creo que Keiko definitivamente representa a su padre no solo porque está rodeada de la misma gente sino porque lo admira y cree que fue el mejor presidente del país (ella misma lo ha admitido en reiteradas oportunidades). También creo que Ollanta tiene algún tipo de conexión con Chávez, la que era evidente en el 2006 y ahora trata de esconder. Por esos motivos, esperé hasta el debate para decidir mi voto. Si alguno de ustedes vio el debate y estaba indeciso, coincidirá conmigo que no ayudó en nada. Ninguno de los candidatos sabe hablar pero tampoco pienso que sea requisito indispensable para ser un buen gobernante (e.g. caso Alan García). Las propuestas o eran las mismas o no estaban en el plan de gobierno o simplemente sentías como te estaban mintiendo con la mayor desfachatez del mundo. Después de renegar y pensar hasta el momento en que ingresé a la cabina, vicié mi voto. Nunca creí que llegaría al 60% como para invalidar una elección, lo hice por un afán idealista y porque ninguno de los dos merece ser presidente. Me mantengo firme en eso, a pesar de que por ahora es más que probable que Ollanta sea nuestro próximo presidente por los 5 años que siguen, sin tener certeza de que “reclame” o no su yapa.

Tema aparte es el papel que jugó la prensa, mucha de ella inundando las cabezas de mis “amigos” del Facebook (sin darme el lujo de generalizar) de un miedo alucinante contra Ollanta y una simpatía incomprensible hacia Keiko. No le podemos pedir imparcialidad a un ser humano pero cuando llaman “información” a lo que en verdad es una opinión, tenemos problemas. Por otro lado, aún queda prensa seria que llama a las cosas por su nombre, nos mostraban las flaquezas en ambos “bandos” pero debo admitir que no fue la que predominaba.

Por mucho que me disguste que Ollanta sea presidente, en una democracia lo que la mayoría elija se respeta. No tengo doble nacionalidad y la única visa que tengo vence en julio. Yo me quedo en mi país porque, además de lo que acabo de expresar, amo mi patria. También pienso que ya no estamos en la época de la monarquía, en la que la cabeza, el monarca, hacía lo que le parecía sin rendirle cuentas a nadie. Creo que si en lugar de echarnos la culpa los unos a los otros por el resultado final, buscamos soluciones y nos unimos, ni el ex comandante ni nadie podrá hacer del Perú su chacra, “reconciliación y vigilancia” para el futuro. Este resultado solo comprueba, una vez más, que el “divide y reinarás” es cierto y espero que nos quede de enseñanza a todos. ¡Ánimos! Recuerden su curso de historia y comprobarán que el Perú ha pasado situaciones peores y aún seguimos en pie.

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