Bachiller en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Lima
http://twitter.com/#!/karinasolari
Los resultados de la primera vuelta no pudieron ser de otra forma. Sabíamos que Ollanta Humala pasaría a la segunda vuelta, pero lo que nunca vaticinamos fue que Keiko Fujimori sería su acompañante. Dos candidatos de dudosa reputación que representan programas populistas, asistenciales, cargados con un aroma autoritarismo y una ráfaga de dudas de la cual no se han podido alejar.
No he venido a hablarles sobre los candidatos, no tiene sentido hacerlo. Nos hemos creado ya una imagen de cada uno de ellos, con mentiras, dudas y certezas.
Somos un país moderno en el sentido más sociológico/filosófico del término. Nuestro razonamiento es binario, nos hallamos aún con tasas de analfabetismo y bajos niveles de educación, servicios primarios deficientes y con un estado sin capacidad de gestión. Entonces, ¿Cómo no íbamos tener un resultado de este tipo? Somos un país sin instituciones fuertes, con una sociedad que depende plenamente del estado, estado con un alto índice de corrupción; una pobreza que amenaza al 40% de población y una sociedad que no está acostumbrada a vivir los términos de accountability y rule of law.
Y lo nombrado anteriormente, no es nuestro principal problema. El problema es que somos un país fragmentado, donde el racismo y la exclusión se han incluido y legitimado en nuestra cotidianidad. Y todo ello, para nuestra desgracia o no, afloró en este proceso electoral; en discursos, prácticas y escenarios diversos, sazonada con la infaltable y necesaria (en estos casos) intolerancia.
Resulta que votar por uno o por otro te hace un ignorante o un corrupto sin valores. Y peor aún, el votar viciado o en blanco es sinónimo de tibio sumado a otros calificativos que ya ni sentido tiene nombrar. Parece ser que creemos en la democracia sólo en papel y cuando nos conviene.
Escuchamos decir: “Por la democracia tienes que votar por tal o por cual…” Ya resulta irrisorio como tratan de convencer tu voto justificando el modelo económico o la democracia. Modelo que dicho sea de paso, no funciona; así no al menos. ¿Y democracia? Por favor, como si alguno de los dos candidatos creyera plenamente en ella. Es en este escenario en el que nos cruzamos con la intolerancia y el odio.
Los gobiernos que han antecedido han tenido sus logros, cómo no reconocerlos, pero sin duda se ha llevado a cabo: el modelo de la lepra. Este se caracteriza principalmente por la exclusión y división, una división al mejor estilo de Alan García: entre ciudadanos de primera y segunda clase. Hace ya dos años del Baguazo (que irónicamente se conmemora este domingo de elecciones) dos años de no haber aprendido nada. Seguimos pues, avanzando -como nos hacen creer- mientras que aquellos otros, culpados de ignorantes, se encuentran naturalmente excluidos de los ejes de desarrollo, todavía.
Que sea pues, una oportunidad para corregirnos y avanzar, por primera vez, todos juntos. Este domingo 5 de junio acudiremos, muchos de nosotros, con cierta tristeza y algo de esperanza a las urnas para expresarnos democráticamente entre dos opciones que nunca debieron llegar o quizá sí.
0 comentarios:
Publicar un comentario